ORGANIZACIÓN, TRABAJO Y COMUNIDAD
- Paola Ibarra
- 31 mar 2013
- 2 Min. de lectura
Si de organización social se trata, lo que sobrará serán ejemplos. La propia historia reciente, y la no tan reciente, nos indica que en cada lugar donde se conjugaron la vulneración de derechos y la lucha en pos de la reivindicación de los mismos tuvo que existir, cuasi condición necesaria, una organización social. Organización con base en valores; características estructurales y coyunturales comunes; y trabajo comunitario. Y es éste último, aquel que sin duda alguna posibilitó y dio lugar a la concreción de esas reivindicaciones, cuyas consecuencias cruzaron más de una barrera, resultando en logros aún mayores e igualmente necesarios: empoderamiento de la comunidad y sus líderes, identificación de uno mismo y del otro como sujeto individual pero a la vez como ser social –con su correlato empático-, descubrimiento de aptitudes, desarrollo, crecimiento y aprendizaje colectivos, entre otros.
Pero, finalmente, pareciera ser como si estos logros secundarios o indirectos terminaran por convertirse, observando luego la totalidad del proceso, en aquello que permitió alcanzar los objetivos propuestos, como si la consecuencia se transformase de la noche a la mañana en causa, mientras todos continúan celebrando el haber cumplido con aquello que inicialmente se propusieron y sin advertir, quizás, esta nueva comunidad que ha surgido. Aquella alianza estratégica -si es que corresponde la denominación- que tiempo atrás se conformó y los reunió a todos en la esquina más popular del barrio, resguardándose del frío o soportando el calor, se ha convertido, hoy, en una fuerza inclaudicable, que no divide sino que unifica, heterogénea pero igual, igual en valores, igual en respeto y en convicción. Una verdadera fuerza de voluntad.
Sería inocente, de todos modos, creer o pensar que procesos como estos se determinan de la noche a la mañana, con pleno éxito y sin fracasos, con objetivos claros y sin distorsiones, en constante armonía y bajo un clima de unanimidad. No. Rotundamente no. Acá están en juego necesidades básicas insatisfechas, sueños incumplidos y desilusiones de todo tipo. Acá se está hablando de exclusión, de marginación y discriminación. Se trata de derechos quebrantados y de responsabilidad política pero también social. Por sobre todas las cosas, se trata de personas que, al vincularse, establecen, necesariamente, relaciones humanas, imperfectas, variables, y que deben encontrar consenso, coexistencia y fraternidad; deben firmar todas un pacto social tácito, que no se escribe, que no se narra ni figura en la historia universal, sino que se practica. Y es, en ese tránsito de la práctica cotidiana, donde se fortalece el espíritu y se ganan las batallas. Es allí y sólo allí, en el reconocerse en el otro, donde toma forma la organización del trabajo, donde tiene sentido hablar de comunidad.
¿Para vos, cómo se conforma una comunidad?

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