Reflexión final: ¿Cómo le explicamos a alguien lo que hemos vivido en 6 semanas?
- Paola Ibarra
- 2 dic 2016
- 5 Min. de lectura
Hay tantos momentos que recordaré de por vida que no sé ni por dónde empezar.
Como siempre, en los buses, en los aviones, florecen los pensamientos más que nunca. A uno le sigue el otro y así hasta llegar al que se le da en llamar “destino final”.
Me gracioso, ¿no?…”destino final”, como si llegásemos…¿a dónde? ¿A dónde llegamos? A un lugar, a una ciudad, a una casa con nombre propio, pero, ¿de verdad estamos allí? ¿O seguimos donde está nuestro pensamiento? Y, si es así, ¿se puede estar en más de un lugar a la vez? ¿En cuántos?
Escribir. Es lo que nos queda para intentar sacar afuera todo lo que sentimos antes de que nos coma y nos devore por dentro.
Escribir todo aquello que no le podemos contar a nadie, todo aquello que nadie entendería.
¿Cómo le explicamos a alguien lo que hemos vivido en 6 semanas?
¿Cómo le explico a alguien que he sido la persona más feliz, y, a la vez la más desgraciada del mundo en el mismo tiempo y en la misma ciudad?
¿Cómo le hago entender a alguien que he sido la persona más humana y generosa siendo voluntaria en un país que no resiste, y que a la vez fui la persona más consumista, a sabiendas de que todo aquello que compraba seguramente fuese fruto de la explotación infantil a la que se veían sometidos miles de niños y niñas exactamente iguales que los míos, solamente un poco más desgraciados, en un lugar que hace que te explote la cabeza?
Niños iguales que Vishal, que Safia, que Shifa, que Shika, que Alisha, que Ayan, que cualquiera de los niños que amé y abracé estas 6 semanas como si fuesen mis hijos.
¿Cómo le explico a alguien que he llegado a querer a estos niños muchísimo más que a muchos miembros de mi familia y amigos?
¿¡Cómo!?
Por favor, que alguien me ayude a saber cómo pasar página. Cómo se vive en la vieja Europa centrándonos en nuestro propio ombligo después de ver a personas muriéndose en la calle como si fuesen perros, mientras la gente pasa, de ser necesario incluso por encima de ellos, con indiferencia. A niños completamente desnutridos. A gente gastando dinero en frivolidades, entre la que me incluyo, mientras veíamos a familias enteras, a comunidades enteras, viviendo en la calle o debajo de puentes. Literalmente.
Y hablo de forma literal, por mucho que me joda y me duela vivir en un mundo en el que la mayor ambición de algunos es el dinero, mientras que otros sólo pueden pensar en si conseguirán comer, día tras día. La realidad de este país es ya demasiado dura como para encrudecerla todavía más.
He dormido 3 horas hoy, nada más, y, sin embargo, no soy capaz de conciliar el sueño ahora que estamos en el avión.
4:30 horas quedan todavía para llegar, y mientras el 90% de los pasajeros intenta dormirse, ver alguna que otra película o simplemente charlar con el que tienen al lado, yo tengo la sensación de ser la única loca a quien su cabeza no le permite descansar un momento. Y cada vez parece que va más rápido, que se aceleran mis pensamientos hasta el punto de que me cuesta no entrar en un pensamiento desenfrenado que me lleve hasta la locura.
Siento una desconexión total del mundo. Siento que no, que simplemente no. Que no puedo vivir como si nada pasase, pero que tampoco puedo hacer nada. Que nunca seré completamente feliz, que por mucho que haga, nunca me liberaré de este cargo de conciencia: pude haberle comprado comida a muchos más niños de la calle.
Por Dios, ¿¡cuánto no habré gastado en mierdas varias!? ¿¡Cuánto no nos habremos gastado en beber!? ¿Cuántas caras de felicidad más no hubiese podido ver si hubiese sido capaz de tomar la determinación de involucrarme en algún proyecto más?
La gena de mi mano que desaparecerá en 2 días, 200 rupias. ¿Para qué? ¿Para presumir? Para formar parte de este mundo capitalista y totalmente deshumanizado en el que vivimos. Mundo de mierda, joder.
Mundo en el que una niña por nacer en un lugar u otro tendrá una vida totalmente diferente. Mundo que acepta las desigualdades sociales, la muerte de niños, las violaciones de niñas, la trata de blancas, la explotación infantil y no infantil. Mundo que acepta que probablemente Safia se vea obligada a casarse con algún imbécil de Nangloi y a quedarse en casa. Encadenada sin cadenas. Negándosele la posibilidad de explotar su potencial, de realizarse como persona, de hacer algo por los demás, de cumplir su sueño de una niña de 5 años de ser policía para poder defenderse de su primo que le pega.
Mundo de mierda. Mundo de mierda en el que todo se acepta. En el que la humanidad se ha contentado y conformado con lo que hay. Nos hemos rendido. Efectivamente señores, la humanidad se ha rendido. Nos han mandado tirar las armas y poner las manos en alto y lo hemos hecho. Hemos entregado el poder del pueblo. Hemos entregado la conciencia humana de toda ética y moral. Hemos renunciado a un sueño que parece que nunca ha existido, el de ser todos iguales: simplemente humanos. De olvidarnos de títulos y etiquetas. De que nos parezca normal que un señor se sorprenda cuando 3 extranjeras, a las que él simplemente por su color de piel respeta y considera superiores, le llaman “Sir” y le traten con educación, como igual a ellas que es, porque “no es nada” en este lugar.
Y pensar que toda esta rabia e impotencia no servirá de nada… que no seré yo la que sea capaz de hacer nada por cambiar este mundo. Que me voy a dar de bruces contra toda estructura de poder establecida que, con tono jocoso, me dirá que lo mejor que puedo hacer es irme a casa y ponerme la tele en lugar de seguir dándome cabezazos contra algo que está demasiado aceptado y establecido como para poder ser yo, una “nadie” de los de Galeano, en definitiva, la que vaya a lograr cambiar nada.
Pero, ¿y si hay más como yo por ahí? Ahora, ya que nos hemos animado a citar, citemos también a Frida Kalho, cuando decía que ahí afuera tenía que haber otra persona que se sintiese tan incomprendida como ella, pero que el mero hecho de saber que existía, ya le hacía sentirse mejor.
Y así es. Sueño y soñamos, porque no estoy sola, con que algún día encontremos a aquellos que hagan posible volver a ver esperanza. Esperanza e ilusión, eso es lo que necesitamos.
4:07 horas faltan ahora para llegar. Llegar, ¿a dónde?
Comentarios